De Vietnam y Camboya me llevo una de las sensaciones más enriquecedoras que jamás me ha aportado un viaje.
En Vietnam hemos estado en el norte, en el centro y en el sur del país, he de poner en valor los hermosos y variados paisajes que hemos visto, pero sobre todo a las personas, seres humanos deseosos por superarse, de trabajar manteniendo sus tradiciones, aunque es innegable la entrada de un capitalismo moderado, que avanza de la mano de la humildad y el esfuerzo por parte de su pueblo.
De Camboya me llevo la humildad en extremo de un pueblo castigado por años de desgarradoras guerras, un país hermoso, donde aún quedan miles de minas por desactivar, minas que continúan matando a niños anónimos, minas, que se calcula, no quedarán totalmente desactivadas hasta de aquí 10 años.
Mi visión aérea de la situación me hace reflexionar en como hay países como Vietnam y Camboya, donde sus gentes luchan por superarse bajo unas condiciones ante la cual nuestra crisis occidental, sería un absoluto chiste.
Ellos trabajan toda su vida hasta llegar a la vejez donde, los más afortunados, pasan a ser mantenidos por sus hijos. Cuanto hemos de aprender, cuantas de nuestras quejas nos darían absoluta vergüenza, si tuviésemos que comparar nuestras situaciones con la de estos pueblos, pueblos acostumbrados a verdaderas crisis, las peores de las crisis. He visto a personas mutiladas y afectados por el gas naranja en su tercera generación, he visto muchas cosas, pero sobre todo he visto al ser humano en su auténtica esencia, donde cada persona se vale por si mismo, donde cada persona es responsable de su destino.
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